Un experimento de orden espontáneo en la carretera


Que en ocasiones la excesiva regulación/normalización resulta contraproducente, es algo que todos los conductores hemos experimentado al comprobar cómo en ocasiones la presencia de policías regulando el tráfico suele conllevar mayores atascos.

En en caso que hoy presentamos, ocurrido en un pequeño pueblo de Gran Bretaña, se decidió llevar la intuición un poco más allá, y eligiendo la vía más problemática del pueblo (una concurrida intersección de cuatro vías), eliminar tanto las luces de tráfico como cualquier otro elemento de control. El objetivo era comprobar si era posible establecer un «orden espontáneo en la carretera», que no dificultara (o incluso que pudiera beneficiar) la fluidez del tráfico.

En lugar del espacio tradicional, lleno de postes, luces y señales, se instaló un nuevo formato de rotonda similar a una plaza, marcado sólo por un círculo elevado de hierba en medio, varias fuentes, y algunos indicadores de dirección del tráfico muy discretos.

Mientras miraba el complejo ballet social que se produjo con coches y motos reduciendo velocidad para entrar en el círculo (los peatones habían sido desviados a cruzar por pasos de peatones situados un poco antes de la intersección), Monderman, el promotor de esta iniciativa, realizó uno de sus trucos favoritos. Se puso a caminar de espaldas y con los ojos cerrados en dirección a su casa. El tráfico se pudo abrir camino alrededor suyo. Nadie le tocó bocina ni tampoco fue alcanzado por ningún vehículo. En lugar de un sistema binario y más mecánico (arranque-parada), el movimiento del tráfico y el de los peatones en la plaza se volvió más natural (al final de la noticia podemos ver un vídeo sobre la nueva forma de circular por el centro de ese pueblo).

Un año después del cambio, los resultados de este experimento radical fueron sorprendentes: no sólo había disminuido la congestión en la intersección (los autobuses utilizaban menos tiempo para atravesar la plaza por ejemplo) sino que los accidentes se habían reducido a la mitad a pesar de que el total de coches aumentó en un tercio.

Estos experimentos no son solo interesantes por sí mismos, sino que también son muy buenos ejemplos sobre la generación del orden espontáneo, cómo el orden sin órdenes es posible.

Aunque este experimento lleva demasiado al extremo la supresión de señales, sí que nos debe hacer replantearnos que, en ocasiones, el aumento de normas, señales e indicaciones resulta contraproducente para conseguir un tráfico rápido y fluído