Sensores biométricos para determinar si el conductor puede responder una llamada en el vehículo


A pesar de que todos somos conscientes del peligro que supone hablar por teléfono cuando estamos conduciendo, por desgracia no siempre actuamos en consecuencia. Este peligro también existe aunque contemos con un manos libres, estando demostrado que prestar atención a una conversación telefónica reduce nuestra capacidad de atención a las múltiples circunstancias que debemos tener en cuenta en la conducción.

Para intentar ayudar al conductor, existen soluciones drásticas como las que ya dimos a conocer en Tecnocarreteras (un sistema que desactiva únicamente el móvil de la persona que se encuentre ante el volante), u otras más complejas, como la que está desarrollando Ford en la actualidad, basada en un sistema capaz de evitar las llamadas entrantes y la recepción de mensajes de texto en nuestro teléfono móvil si se detecta que en ese momento la atención del conductor está ocupada en la conducción.

Pero, ¿cómo detecta el coche si nuestra capacidad de atención a la conducción está en su límite?. Lo hace mediante una red de sensores biométricos instalados en el volante y el asiento del vehículo. El volante posee unos sensores que detectan el ritmo cardíaco (de las manos del conductor), otro sensor de infrarrojos obtiene la temperatura de las manos y la cara y se compara con la temperatura del habitáculo, mientras que un dispositivo piezoeléctrico situado en el cinturón de seguridad mide la frecuencia respiratoria del piloto.

Los datos obtenidos por estos sensores se cruzan con la información que proporcionan otros sistemas típicos de los vehículos actuales, como la cámara, que permite conocer la densidad del tráfico, y se tiene en cuenta también la información de la velocidad del vehículo.

Uniendo toda esta información, el sistema controlador estima si ha de ser desactivada temporalmente la opción de recibir llamadas y mensajes de texto para evitar la distracción del conductor en ese momento.

El sistema de desactivación depende, por tanto, de la capacidad individual de cada conductor para mantenerse tranquilo (o de su nivel de estrés, según se mire) en las diferentes situaciones de tráfico.